“En el Humboldt se respira libertad”
Daniel Silva, prom 2005
Daniel está destacando en el mundo de la dramaturgia peruana. Escribe desde el año 2011 y ha ganado el premio del Británico en el 2012, publicaron su obra SALIR en La Plaza en el 2013 y ganó en el 2014 nada menos y nada más que el premio del Ministerio de Cultura.
Daniel, ¿de qué tratan tus obras?
Creo que todas mis obras, de una u otra forma, son pequeños intentos para responder grandes preguntas. Preguntas enormes: ¿Por qué somos como somos? ¿Qué nos motiva a actuar y hablar? Y yo respondo desde un personaje, desde una familia o desde un grupo de amigos. Las mentiras de la ficción sirven para hablar sobre las verdades de la vida. ¿ERES TÚ, PEQUEÑO? (C.C. Británico, 2013) trata sobre esa fina línea que hay entre verdad y mentira. Quise jugar un poco con lo moral, coquetear con la idea de que a veces se puede mentir y, por otro lado, decir la verdad a veces puede ser algo malo. Vivimos en un mundo donde la verdad es de quienes sobreviven, no de los muertos. Eso siempre lo he pensado y eso es lo que pasa en esta obra.
El año pasado estrené PRESUNTO CULPABLE (elgalpón, 2014), un absurdo kafkiano-orwelliano sobre una sociedad en la que todos somos culpables de algo. Es una crítica a la pasividad. Pero tampoco es que yo sea un gran activista. Para nada. Es solo que cuando leí, por ejemplo, la CVR, no podía dejar de pensar: ¿dónde estaba yo mientras pasaba todo esto? ¿Qué estaba haciendo?
SALIR (Alianza Francesa, 2015) es mi historia de amor. Es una obra en la que cada escena salta en el tiempo, avanza y retrocede por la vida. Se estrena en noviembre y la protagoniza Carlos Mesta. Tengo más obras escritas. También tengo un basurero lleno de ideas. Escribo mucho, siempre pensando en algo nuevo. Mi primer profesor en dramaturgia, Alonso Alegría, me decía “dime algo que yo no sepa, o muéstramelo”.
¿Qué importancia tiene el premio del Ministerio de Cultura?
El premio implica que este 2015 se estrenará mi obra CRUZAR LA CALLE, y que mi cuenta bancaria tiene cinco mil soles más. Básicamente eso. Me temo que no voy a estar muy involucrado en el montaje; así suele ocurrir con los premios. Pero he visto muchas ganas por parte del Ministerio. Es un texto que a mí me gusta mucho. Todavía no sé bien por qué, cuando la leo siento que siempre va a estar incompleta. La obra entró al concurso como SIN TÍTULO 1. No sabía que título ponerle. Me atreví a hacer cosas que normalmente no hago: ubiqué todo explícitamente en el Perú, usé monólogos y partí desde algo muy personal: hace poco vi cómo atropellaban a un perro. De eso salió una obra de teatro. Ganar un concurso es ganar un concurso y nada más. Sigues siendo el tipo que eras ayer y, probablemente, mañana sigas igual. Lo único que cambia es que tienes un premio que sirve para presentarte con algo más que tu nombre. Y bueno, el ego se siente bien. Confirmas que no vas por mal camino, quizá dudas un poco menos.
¿En qué ha influenciado el Humboldt en tu vida?
En mucho. Yo creo que todo empieza en la casa, pero tu familia también está en el salón de clases. Ves a tus compañeros cinco veces a la semana, o más, casi la mitad del día. Y justo en los años en los que formas tu identidad y descubres quién eres. Yo hice mis amigos ahí. Y ellos me hicieron a mí. Con ellos me formé. La letra S en la lista de mi Klassenbuch era un peligro para los profesores: Sanjurjo, Silva, Soltau, Steinhauf, Stimman. Fuimos felices. Contábamos historias muy exageradas, dibujábamos cómics, hasta hicimos música. Mi lado “artístico” viene de ahí. Y el colegio no solo lo permitió, sino que hasta lo apoyó.
Desde lo personal, yo amaba la biblioteca tan completa que teníamos, los cursos de historia, la cantidad de novelas que leímos en cursos de castellano y alemán, haber podido revisar la CVR y hablar sobre mi país. En el Humboldt se respiraba libertad. Eso es clave.
¿Cuál es tu siguiente meta?
Estrenar mi siguiente obra. Creo que así como el jugador de fútbol solo puede pensar en el siguiente partido, yo solo puedo pensar en la siguiente obra. Así lo he ido haciendo. Y, desde el 2013, voy montando como tres obras por año (además de las mencionadas: POWER OFF, VILLA LIBERTAD, UNA COMEDIA ROMÁNTICA). Es un muy buen promedio, un lujo en realidad. Y a ninguna le ha ido mal. Desde el año pasado, estoy dirigiendo algunas de mis obras. Estoy haciendo cosas que me parecían no imposibles, pero sí improbables. En tres años de carrera ya estoy trabajando con los que me enseñaron y con los que admiré. En abril se estrena EFEBOS. Es un texto que escribí a pedido de Gustavo Lopez para sus alumnos de la Universidad del Pacífico. Ellos traían sus ideas, sus preguntas y yo les he dado forma. Creo que es el texto más extraño que he escrito hasta el momento. Y, por primera vez en mi vida, ya tengo planes para el año que viene: Alberto Isola me ha invitado a escribir una obra corta para un proyecto en el que también estarán Mariana de Althaus y Gino Luque por ejemplo. A veces me parece que no es verdad todo esto. También he empezado a hacer cine, como segundo asistente de Salvador del Solar y como primer asistente de Adrián Saba. Si sigo subiendo esa escalera, quizá en el futuro ya me toque mi propia película. Hay un boom de la oferta en teatro y cine; es nuestra tarea generar un boom en la demanda. Hay más obras y más películas, pero no hay más público. Todavía. Igual, nunca seré millonario. Pero ya lo sé. Espero nomás que mis hijos tengan descuento en el colegio. Broma. O no. Gracias por interesarse en los exalumnos. ¡De verdad!