La Semilla de un Perú Natural
Estamos llegando. El paisaje desértico contrasta con el verde de los árboles entre montañas imponentes. Un lugar que -hasta hace unos minutos- parecía inhabitable. Todo es silencio. Me bajo del vehículo y siento el sol intenso. Debajo de mis pisadas todo parece moverse… Después de 13 horas de camino afirmado estamos en Ayo, un pequeño pueblo de 400 habitantes en el último sector del Valle de los Volcanes en la cordillera arequipeña, donde un profundo abismo advierte sobre la parte más profunda del Cañón del Colca. Se vienen días de mucho aprendizaje- pienso.
El Valle de los Volcanes comienza en las alturas a 4300 msnm, cerca de Orcopampa. Al empezar la ruta que baja a lo largo del río Andagua va apareciendo un escenario de incontables explosiones de la cordillera volcánica, que con su fuerza quebraron el suelo dejando salir 36 conos volcánicos y 67 cúpulas que miden entre 10 y 300 metros de alto, dispersos a lo largo y ancho de 65 km2. Estos volcanes inactivos tienen una antigüedad de 300 hasta 800 mil años y están asentados a lo largo de un enorme torrente de lava petrificada que a la altura del pueblo de Chachas embalsa el río Andagua, haciéndolo desaparecer por debajo de la roca volcánica. De pronto, todo se vuelve desértico. Pero, no hay que equivocarse. Aquí la vida se impone a la geografía con 115 especies de aves como el flamenco, el colibrí gigante y el cóndor; 24 tipos de mamíferos como el zorro andino, el venado, el puma y una rara nutria del género lontra, así como una cantidad de especies aún por definir de anfibios, reptiles, peces e insectos.
El motivo principal de nuestra llegada es hacer una presentación sobre medioambiente y actividades económicas sostenibles, como el turismo responsable, a los comuneros de Ayo. Primero nos toca ir a la escuela primaria de Ayo y escucho la palabra gringo entre los susurros de los alumnos mientras entro riéndome y les aclaro, en tono de broma, que soy tan peruano como todos ellos. Desde ese instante empezamos a aprender juntos y sin fronteras: Hablamos sobre la riqueza natural y la geografía del Valle de los Volcanes. Les cuento que el único lugar del planeta que en algo se parece al suyo en las Islas Canarias. La sorpresa, el entusiasmo y el compromiso de los niños me impresionan. Todos participan. Todos preguntan. Creo que los niños han entendido que una de las mejores maneras de mejorar su calidad de vida es utilizando la enorme riqueza que poseen de forma responsable, y, además, que tienen un motivo más para sentirse orgullosos de su lugar y de su país. El resultado no pudo haber sido mejor. Salimos contentos del colegio a descansar un poco.
La tranquilidad es absoluta. Salgo del pueblo caminando al atardecer y veo cómo los últimos rayos de sol iluminan la aridez de las rocas volcánicas de color ocre, entre las que crecen enormes cactus de distintas formas. En algún lugar del valle, detrás de los grandes torrentes de lava seca, el agua del río Andagua vuelve a salir del subsuelo – después de un recorrido subterráneo de 17 km – en una profunda laguna azul transparente rodeada de sauces, molles e higueras que se reflejan en la superficie junto con las montañas de este encañonado sector del Valle de los Volcanes. El espectacular oasis de Mamacocha es el sueño de cualquier perdido en un lugar tan seco como este. Nosotros partiremos temprano al día siguiente para evitar que nos triture el sol durante la hora de recorrido en bajada.
En el pueblo nos preparamos para la presentación en la municipalidad a la que todos han sido invitados a través de una radio local y con volantes que hemos repartido por todas sus calles. El tema de la presentación es cómo beneficiarse económicamente de una actividad sostenible como el turismo responsable y planificado. Pronto habrá una carretera que unirá al Valle de los Volcanes con el Cañón del Colca, por donde empezarán a llegar viajeros de todo el mundo. Los comuneros deben prepararse para este enorme impacto. Lamentablemente, las cosas no salieron como lo planeamos. Llegaron sólo 6 personas, porque los funcionarios municipales y encargados no cumplieron con lo convenido para disponer de la sala. Ni siquiera nos abrieron el local municipal. Nos quedamos afuera. No hubo presentación. Rabia total. ¡Perdimos todos!
En la noche trato de olvidarme de lo ocurrido; evito el mal humor. Es la realidad del país. Me tiro boca arriba en una banca del patio de la casa de la señora Nelly, nuestra anfitriona, y veo que en el cielo no falta ninguna estrella.
A la mañana siguiente en el oasis de Mamacocha descubro que ahí vive una familia de nutrias que llegó subiendo desde el río Colca. Esta laguna, donde pescan y nadan tranquilas, es el nacimiento del río Mamacocha que recorre un tramo de 6 km hasta el Cañón del Colca, donde sigue su curso hacia la costa, donde tomará el nombre de Majes. Una zona camaronera por excelencia. Camino entre los árboles y encuentro un lugar perfecto para contemplar este lugar que permanece intacto desde hace miles de miles de años.
En este momento pienso en los niños que conocí en la escuela primaria de Ayo. Ellos son y tienen la respuesta frente al problema. Puedo regresar a Lima tranquilo porque creo en los niños. Ellos son la semilla para la conservación y quienes tomarán mejores decisiones para vivir en un Perú más natural. Porque nunca olvidarán de dónde vienen. Son niños de uno de los países más biodiversos del planeta. Son niños del Valle de los Volcanes.
Roberto (Tito) Cornejo Crosby, prom 2007