Dörte Segger, exprofesora del Humboldt enseña alemán a refugiados en Friburgo

Anne-Dorothea (Dörte) Segger

Interrogatorio, deportación, cita, resignación, servicios sociales, espera, curso de alemán son algunas de las palabras muy importantes en la vida diaria de los refugiados en Alemania. Yo también tuve que aprender un vocabulario singular que no figuraba en mis libros cuando llegué al Perú en febrero de 1985, palabras como toque de queda, estado de emergencia, apagón, Sendero Luminoso. Gracias a muchas personas amorosas de la familia humboldtiana que me acogieron con los brazos abiertos y me introdujeron en los misterios de la vida en Lima, rápidamente me familiaricé con lo que se ocultaba detrás de estos términos. Estos consejos incluían, por ejemplo, ¿Cómo puedo recoger mi carro de la aduana del Callao después de semanas en huelga si aún no tiene placas? ¿Saludar a los hombres con beso en la mejilla: es una intimidad? ¿Debo – como alemana - cantar el Himno Nacional en la ceremonia de los lunes en el patio del colegio y colocar la mano en el pecho? ¿Se vería mal si no lo hiciera?...

Aprender el idioma, aprender lo que es común en Alemania, conocer las instituciones locales y los procedimientos de trabajo, son algunas de las tareas más difíciles que afrontan los refugiados. Una gran diferencia con mi situación en 1985 es que yo había firmado mi contrato de trabajo en Colonia unos meses antes de viajar; me había preparado específicamente para mi nueva etapa de vida, había empezado a estudiar español unos años antes, aunque fue muy poco, solo una vez por la semana, ya que no sabía aún si lo iba a utilizar. Después de todo, pude comunicarme en Lima desde mi llegada, aunque “más mal que bien”.

Contrariamente a mi situación, los refugiados - según el país de procedencia- vienen de una situación de pobreza, hambre, guerra civil, terrorismo, falta de oportunidades, discriminación, persecución política o religiosa. No tuvieron la oportunidad de prepararse antes de emprender la huida. Siria, Afganistán, Irak, algunos países africanos (en particular Gambia, Eritrea, Somalia, Nigeria) y los países europeos (entre otros Kosovo, Albania, Serbia, Macedonia) son el origen de la mayoría de los aprox. 3 000 refugiados que viven actualmente en Friburgo. Muchos desean y esperan residir en Alemania, Suecia y Reino Unido, porque estos países tienen cierta reputación con respecto a la ayuda material que brindan. Pero, a lo largo del peligroso camino, algunos se quedan atrapados en otros lugares debido a que se les acaba el dinero para pagar a los transportistas o encuentran fronteras cerradas de los países que sólo desean cruzar.

Mucho antes del elevado número de refugiados acontecido en el año 2015, miles de personas buscaban refugio en Alemania para tener mejores perspectivas en sus vidas. La tarea de integrar a estas personas a la sociedad alemana no es por lo tanto nueva. Sin embargo, Alemania se demoró en asumirla adecuadamente; por ejemplo, en los años 60 y 70 no se ofrecía clases de alemán a los trabajadores procedentes de Turquía, la antigua Yugoslavia, Grecia e Italia. Luego de algunos años, cuando los trabajadores migrantes trajeron a sus familias a Alemania, sus hijos tuvieron que asistir al colegio a clases de lengua alemana sin profesores preparados para enseñar a niños extranjeros que no supieran alemán. Recuerdo los suspiros de alivio que emitían algunos profesores cuando al inicio del año escolar notaban "No, no tengo niños extranjeros en mi clase, puedo dictar mi clase habitual."

Mucho ha cambiado para mejor; incluso para los niños más pequeños, quienes pueden asistir a un jardín de infancia. Niños de 6 años el derecho e incluso la obligación de ir a la escuela (en Baden-Wuerttemberg después de 6 meses de estancia en el país). Casi en todas las regiones - por lo menos en las ciudades – se ofrecen clases de preparación de 1 a 2 años, con la finalidad de integrarlos posteriormente a las clases regulares alemanas. Para aprender el idioma ayuda también la inmersión en la vida diaria. Así, los niños y adolescentes con menores problemas pueden, por lo general, hablar relativamente fluido alemán después de 3 a 6 meses – con errores pero se les entiende; mientras que los niños que han vivido experiencias crueles en su país de origen y durante la huida, a menudo requieren más tiempo, ya que el trauma emocional dificulta la concentración y no tienen la ayuda necesaria de sus padres. En su mayoría, estos estudiantes son “luchadores solitarios" que además fungen de intérpretes para la familia y deben traducir muchas veces la correspondencia oficial alemana, que hasta para un alemán es difícil de entender, y se añade que un niño de esa edad aún no entiende estos temas.

Sobre los refugiados adultos con los que suelo trabajar, sus posibilidades de aprendizaje de alemán son menores, sobretodo por causas psicológicas. Se sabe que el aprendizaje de idiomas en adultos requiere de más tiempo y justamente eso es lo que no tienen. Debido a que el mercado inmobiliario en Friburgo es difícil, alrededor de 2/3 de las familias viven en residencias multifamiliares, sin tener contacto con alemanes en sus vecindarios, y por lo tanto no están inmersos con el idioma alemán como sí lo están sus hijos en los jardines de infancia y colegios. A lo mucho, tienen contacto con la gente de los servicios sociales y de seguridad. Los trabajadores sociales tienen a su cargo a 100 personas cada uno y por lo tanto solo tienen tiempo para aclarar sus consultas rápidamente. Suelen pasar varios meses hasta tener acceso a un curso de alemán de unas 15 a 20 horas por semana. La necesidad de profesores de alemán como lengua extranjera o alemán como segunda lengua se ha incrementado de tal manera que muchos de los profesores no cuentan con la experiencia y formación adecuada. Se suma el hecho de que muchos de los desplazados son analfabetos; algunos no conocen el alfabeto latino, otros nunca han ido a la escuela. Por ese motivo no pueden estudiar solos. Tienen que escuchar el idioma, tienen que tener contacto con otras personas en alemán. Muchas personas bien intencionadas ofrecen el aprendizaje online como una alternativa, pero se pierde la esencia de la comunicación. Además, muchos refugiados no saben manejar este tipo de programas, a menudo ni siquiera tienen un teléfono móvil.

Para una exprofesora del Humboldt que tiene la experiencia de enseñar alemán como lengua extranjera, es una oportunidad significativa. No tenemos que lidiar con la gramática como los artículos o las preposiciones con dativo y acusativo. Se trata más bien de preguntarnos si nos acercamos como seres humanos, si creamos la confianza necesaria; si podemos ayudarlos a lidiar con las situaciones cotidianas. Si como profesores los motivamos a aprender alemán y comprendemos que deben dedicarse a estudiar el idioma cuando obtienen un trabajo remunerado que les da cierto reconocimiento. Es absolutamente necesario entender esto. El mercado laboral prácticamente no ofrece trabajos sin un mínimo de conocimientos de alemán.

Luego de muchos meses de espera, el derecho a permanecer en el país puede ser denegado o limitado a un año o tres años, a veces tan sólo a unos meses. A menudo también se obtiene otro tipo de régimen como un derecho de residencia temporal; no hay asilo, no hay protección al refugiado. En el peor de los casos se deporta al refugiado sin previo aviso – un terrible trauma para los desplazados, el fin de todas sus esperanzas.

A pesar de todo, nosotros, los "alemanes bio", debemos entender que la integración exige de ambos lados, que debemos abrirnos a la solidaridad y a la justicia globalizada.

Agradezco a toda la familia humboldtiana (especialmente a la de los años 80) que ha contribuido, gracias a su hospitalidad, a que yo me sienta ahora en la obligación de ayudar a refugiados y a su vez que me ha permitido conocer a personas maravillosas.

Im Norden, im Süden, wo es nur immer ist,
vergiss nie, dass du ein Humboldtschüler bist.