Mi memorable paso por el colegio y cómo marcó mi futuro derrotero

Antonio Santiváñez Pimentel

Mis conocimientos del alemán han marcado diversos momentos de mi vida: al inscribirme en el concurso de admisión en la Academia Diplomática del Perú, decidí presentarme a evaluación en este idioma, en lugar del inglés como era la preferencia de la mayoría de postulantes, lo que me aportó una ventaja en el puntaje que alcancé. Posteriormente, al cursar una beca en la Escuela Diplomática de Madrid (1992-1993), decidí participar en un curso electivo de alemán, en el que coincidí con mi actual esposa, Ioana, con quien me casaría al concluir dicho curso y que –entonces- era una joven diplomática rumana. Un año más tarde, fui nombrado como Vicecónsul en Hamburgo, también en consideración a mi formación germana. Durante ese periodo, tuve la oportunidad de encargarme temporalmente de nuestro Consulado en Berlín y apreciar las huellas -aún frescas entonces- del muro de la división en dicha ciudad, así como las secuelas dejadas por el sistema comunista en las ciudades de la República Democrática Alemana que pude visitar, como Leipzig y Dresden.

A inicios de 1997, asumí funciones en la Embajada del Perú en Bonn; pues, en aquella época, aún era la capital federal. La experiencia de vivir en lo alto de una colina en Heiderhoff, en la localidad de Bad Godesberg, frente a un claro de bosque donde podía divisar cientos de vacas y de encontrar, a veces, venados pastando al pie del edificio en el que vivíamos, resulta imborrable. Recuerdo una noche de invierno en la que subía manejando mi auto por la zigzagueante pista de ascenso a la colina donde vivíamos, cuando, sorpresivamente, un enorme jabalí salvaje cruzó con velocidad nuestro camino en medio de la nieve. Por suerte, logré esquivarlo a escasos centímetros, haciendo una maniobra riesgosa sobre el piso cubierto de hielo.

He tenido la suerte de coincidir en los puestos que desempeñé posteriormente, en Rumania, Bolivia y Japón, con colegas diplomáticos alemanes con los que he desarrollado vínculos de amistad y colaboración. Recuerdo -en alguna oportunidad- haber bailado huayno en la casa del Jefe de Cancillería de la Embajada Alemana en Tokio, ya que dicho colega gustaba de la música andina por estar casado con una peruana; con ambos manteníamos vínculos amicales.

Antonio Santiváñez Pimentel Colocación de flores en Hiroshima, Japón, con ocasión del acto conmemorativo por los 70 años del lanzamiento de la bomba atómica.

La vida de un diplomático está llena de anécdotas y de mudanzas de un país a otro, que, en mi caso, ya llegan a ser ocho, hasta el momento. Uno de esos recuerdos memorables que mantengo, fue la ocasión en la que acompañé a nuestro flamante Embajador en Japón, a la ceremonia de presentación de Cartas Credenciales, en el Palacio Imperial, ante el Emperador Akihito. Se trata de un acto protocolar con formalidades mayores, en el que uno debe asistir con chaqué, que es el traje masculino de máxima etiqueta para eventos que se realizan durante el día. El desplazamiento desde los jardines exteriores del Palacio hasta la puerta del salón principal se realiza en una carroza tirada por dos caballos, mientras la gente que circula en las afueras del palacio saluda amistosamente el paso del cortejo.

Deseo concluir mencionando que, tal vez por las habilidades adquiridas durante los años en el colegio en el dominio de los idiomas alemán e inglés, muchos ex-alumnos del Humboldt se encuentran dispersos por el mundo, desempeñándose laboralmente en sus respectivas especialidades. Por ello, agradezco especialmente a Anya Hein, coordinadora de Alumni y también a los colaboradores del “Newsletter”, por permitirnos la oportunidad de mantener el contacto con nuestra Alma Mater y nuestros compañeros/amigos humboldtianos de toda la vida, dondequiera que se encuentren.

Marco Antonio Santiváñez Pimentel
Ministro Consejero en el Servicio Diplomático de la República

Im Norden, im Süden, wo es nur immer ist,
vergiss nie, dass du ein Humboldtschüler bist.