Empezar con buen pie

Pedro Huerta

El día de la graduación de Vto de secundaria es de los que nunca se olvidan. Es un día de mucha alegría y satisfacción; no solo porque significa el primer gran logro personal al haber logrado con éxito los años escolares, sino también por haber sido parte de un grupo que, después de muchos años de convivencia, se lleva como experiencia mucho más que un certificado de estudios.

Para mí, ese día de diciembre de 1997, tuvo un motivo más de felicidad. Fui elegido para recibir el premio de la Fundación Schultze-Rhonhof, cuya importancia y repercusión entendería a plenitud años más tarde. En ese momento me alegré más por el honor de recibirlo en medio de la algarabía de mis compañeros de graduación; porque me llegó de sorpresa. Aun no estaba enterado de su existencia y que tenía algunos años apoyando económicamente a los alumnos que no tienen los recursos suficientes para financiar sus estudios universitarios. Mis padres gastaban mucho más de la mitad de su sueldo para financiar mi educación escolar y la de mis hermanos, por eso estuvimos muy agradecidos por este apoyo y reconocimiento. El día de la graduación ya había decidido continuar en el Abitur, para luego ir a estudiar a Alemania. Después de conversar con mis padres, optamos por ahorrar el dinero de la fundación hasta mi viaje y que ellos seguirían haciendo el esfuerzo para pagar la pensión escolar hasta que termine el bachillerato. Les dije que en Alemania ya no haría falta que ellos envíen dinero y que concentraran sus esfuerzos en mis hermanas menores.

En septiembre del año 2000 llegué a Alemania. Meses antes había solicitado una plaza para cursar estudios de Física en las universidades de Munich, Karlsruhe y Berlín, en ese orden de prioridades, por recomendación de mis profesores del colegio. Estuve muy contento cuando me aceptaron en la primera opción, Munich. Pero, cuando llegué a la ciudad, no tardé en darme cuenta que era de las ciudades más caras de Alemania. Al inicio me preocupé, pero luego agradecí la importancia de tener la bolsa de viaje de la fundación para tener tranquilidad económica durante los primeros meses de adaptación. En Lima ya me había "cachueleado" dando clases particulares de ciencias naturales a los alumnos del colegio e intenté conseguir mis primeros ingresos en Alemania por esa misma vía. No fue nada fácil en una ciudad como Munich donde el prestigio es muy importante. Me esmeraba en hacer mis cartelitos y pegarlos en los Gymnasium, pero no recibía ninguna llamada. En ese momento el internet era incipiente y no era una plataforma accesible. Amplié la publicidad a los Studienkolleg, y aun así demoré meses en conseguir mis primeros alumnos en física y matemática. Hacía mi máximo esfuerzo en preparar las clases para que los pocos alumnos que tenía pudieran aprender con éxito. Pronto llegaron resultados favorables, y me recomendaron en los colegios a medida que pasaba el tiempo. Después de más de un año, logré tener una cantidad de alumnos suficientes como para reunir unos 400-500 euros al mes, el mínimo para tener una vida austera de estudiante en Munich. ¿Cómo habría podido financiar mi vida sin tener el apoyo de la fundación? Es muy difícil imaginarlo. En ese momento, me di cuenta de lo valiosa que es esta iniciativa de la fundación. Para mí fue mucho más que un apoyo económico y siempre lo recordaré así: Me dio la tranquilidad para adaptarme a una nueva forma de vida y cultura; me permitió tener paciencia para esperar a que funcionen las cosas y lograr poco a poco los ingresos económicos. Y, lo más importante, que me permitió empezar con buen pie los primeros semestres de mi carrera. Creo que esa es la idea original de los señores Schultze-Rhonhof; de promover mediante la fundación a que no se trunquen las metas de muchos jóvenes estudiantes. Por eso estoy muy contento y agradecido de dar este testimonio después de 20 años, desde los laboratorios del Instituto Max-Planck, donde trabajo hoy en día como investigador, después de haber terminado con éxito la carrera de física en la Universidad Técnica de Munich y el doctorado en la Universidad de Goettingen, cuna de la mecánica cuántica. Un buen comienzo siempre facilita las cosas, y eso se lo debo en gran parte a este invalorable aporte social de los señores Schultze-Rhonhof. El mundo necesita mucho más gente como ellos. Chapeau.

Im Norden, im Süden, wo es nur immer ist,
vergiss nie, dass du ein Humboldtschüler bist.