Julcamarca y un poquito más
¿Realmente cada nueva experiencia te cambia tu visión del mundo, como algunos dicen por ahí?
Julcamarca: un pequeño distrito en la provincia de Angaraes, departamento de Huancavelica. Desde hace varios años, se realiza en el colegio el “Proyecto de Intercambio” entre nuestros alumnos y los de dicha localidad, iniciativa que se encontró pausada desde 2020. Este año, con mucho esfuerzo y dedicación, se pudo reactivar de nuestro lado este importante intercambio. Desde el sábado 4 al sábado 11 de mayo, dos profesores y doce alumnos de distintos grados tuvimos la oportunidad de vivir esta maravillosa y enriquecedora experiencia.
Con nuestras expectativas en alto, partimos del colegio a las 6 am hasta la terminal. Ahí tuvimos que esperar largo rato, hasta que por fin llegó el ansiado bus. El trayecto, obviamente, no fue sencillo. Pasar 12 horas en carretera nunca es fácil y menos si viajas a casi 3000 m.s.n.m. en un camino lleno de curvas. A pesar de todo, llegamos sanos y salvos a las 10 pm a la ciudad de las 33 iglesias: Ayacucho.
En la ciudad, estuvimos todo el domingo, tratando de aclimatarnos y acostumbrarnos a la altura, sin desaprovechar la oportunidad de recorrer los alrededores, como el mirador Acuchimay. Una vez listos, partimos el lunes a las 9 de la mañana con dirección a Julcamarca, nuestro destino principal. En total, estuvimos 3 días enteros, de los cuales trataré de resumir las experiencias que más nos marcaron.
Entre montañas, se asomaban a lo lejos pequeñas casitas, las cuales se agrandaban a medida en que nos acercábamos. Todas nuestras sospechas fueron confirmadas al ver, luego de un largo viaje, un cartel que decía “Julcamarca”. Al bajar del bus, alumnos y profesores de los colegios Alfonso Ugarte y Jesús Nazareno nos recibieron alegremente con música y banda, a la par que nos saludaban y abrazaban con un enorme cariño, como si estuviéramos regresando a casa después de mucho tiempo. Luego de desempacar, nos hicieron un recorrido por todo el pueblo, pasando por ambos colegios, la iglesia San Juan Bautista y la municipalidad. Jamás podré olvidar el brillo de los ojos de los julcamarquinos al mencionar con orgullo: “Julcamarca, tierra de Jesús Nazareno”. Su fe y devoción son únicas, y no hay palabra que describa las ganas que ellos tienen por ver a su pueblo crecer.
El segundo día, tuvimos la oportunidad de preparar pachamanca. Durante el tiempo de espera, participamos de una clase con alumnos del pueblo, además de jugar con ellos en la pausa. Después del almuerzo, los estudiantes julcamarquinos nos deslumbraron con hermosos bailes típicos y cantos en quechua. Por la noche, disfrutamos de una fogata junto a historias de terror.
Al tercer día, nos fuimos a explorar la naturaleza de Julcamarca. Acompañados de alumnos del colegio Jesús Nazareno, nuestro primer destino fue el Apu Ataypura, seguido por las “Ventanas de Julcamarca”, para finalizar en un estrechísimo cañón, que puso a prueba nuestras condiciones físicas, debido a que el camino era irregular y las paredes estaban cubiertas de musgo. Los paisajes que pudimos contemplar son únicos, así como el cielo azul que deslumbra por todos lados. Ya con el atardecer, nos dedicamos a jugar un partido de fútbol en el colegio Alfonso Ugarte, mientras comíamos “puchi puchi” (aguaymanto en quechua).
Otras experiencias, las cuales no puedo dejar pasar son, por ejemplo:
- Los “hola, papis”, frase creada por nuestra querida Frau Landa, que decíamos antes de cada foto para, evidentemente, nuestros papis.
- Los desayunos, almuerzos y cenas, compuestos principalmente por papa, huevo, choclo y sopita. Para los julcamarquinos, su forma de expresar cariño radica en la comida, por la cual siempre estuvimos agradecidos.
- Las oportunidades que tuvimos de intercambiar y enseñarnos idiomas mutuamente: ellos con el quechua y nosotros con el alemán.
Me gustaría, por otro lado, dar las gracias a toda Julcamarca por el acogedor recibimiento que tuvimos; a mis compañeros de viaje, con los cuales formé una bonita amistad; y a los profesores de esta gran aventura, Frau Landa y Herr Rodríguez, por todo su esfuerzo, cariño y disposición, quienes también tuvieron la paciencia para escucharnos y sobrellevar nuestros malestares viajeros.
Y respondiendo a la pregunta que se encuentra de subtítulo: ¡sí, definitivamente! Es cierto que cada nueva experiencia te cambia la forma de ver y percibir la vida. Es cierto que no vuelves a ser el mismo luego de cada viaje. Pero también es cierto que nada de lo anterior sería posible si no tuvieras la disposición de dejarte sorprender. Nosotros, al embarcarnos en esta aventura, aprendimos que la verdadera riqueza no reside en lo material, sino en el amor de la gente, en su historia, en su esencia y autenticidad. Ellos aprenden de nosotros, y nosotros aprendemos de ellos: cada parte tiene mucho que ofrecer. Si tienen la oportunidad de visitar Julcamarca, tómenla. Vayan a este acogedor pueblito y sean parte de este hermoso proyecto, para que conozcan así una realidad diferente lejos de la capital. Que los vínculos con Julcamarca se fortalezcan y que sigamos aprendiendo mutuamente.
Michelle Baldeón
III.5