Cuando los profesores nos enteramos de que, a partir de este año, los salones de Humboldt II contarían con un espacio destinado al almacenamiento de celulares —popularmente conocido como el “hotel de celulares”— supimos que todos nos enfrentábamos a un importante desafío, tanto para nosotros como docentes, como para nuestros alumnos. Aunque esta iniciativa ya se implementaba en otros países y en algunos colegios del Perú, nos generaba curiosidad saber cómo funcionaría en nuestro propio entorno escolar.

La primera tarea importante fue reflexionar, junto con nuestros estudiantes, sobre la necesidad de desprenderse —durante el horario escolar — de un dispositivo que se ha vuelto tan esencial en su vida diaria. Les propusimos un reto: aprender a estar presentes, a vivir el momento sin depender constantemente de sus celulares.

Desde entonces, esta ha sido una experiencia de adaptación mutua. Los docentes hemos incorporado nuevas rutinas, como abrir cada mañana el “hotel”, y los alumnos han aprendido a organizar mejor su día, sabiendo que no podrán consultar su celular durante las clases. Para muchos, ha significado desconectarse un poco de las redes sociales, por lo menos, algunas horas.

Considero que esta práctica ha sido enriquecedora. Hemos notado que, durante los recreos o las pausas entre clases, los estudiantes conversan más entre ellos y comparten sin estar pendientes de una pantalla. Se genera un ambiente más humano y cercano. Además, esta experiencia nos deja una valiosa lección que podría ser replicada en casa: establecer espacios o momentos libres de dispositivos electrónicos puede fortalecer el diálogo, la atención plena y la convivencia.

En tiempos en los que la tecnología ocupa un lugar tan central en nuestras vidas, enseñar a nuestros jóvenes a usarla con responsabilidad —y también a tomar distancia de ella cuando es necesario— resulta una tarea educativa esencial. Y el “hotel de celulares” se ha convertido, sin duda, en una herramienta que contribuye con ese objetivo.

Sandra Cornejo
Profesora