Bajo el sol y en los agrestes cerros de Pamplona, se levanta una cadena de solidaridad y compartición
Nuestros alumnos están llamados a transformar la sociedad con valores desde la solidaridad, el respeto, la inclusión y la promoción humana. A solo 25 minutos del Colegio Humboldt, el paisaje cambia. Ya no aparecen los verdes parques y los limpios edificios de una Miraflores ordenada, sino una polvareda y casas de adobe en medio del desorden, la suciedad y el caos; pero allí viven familias con muchas necesidades. En esta otra realidad, los niños y jóvenes también van a la escuela y los padres, al trabajo. Sin embargo, todos deben bajar el cerro, literalmente. Y en la noche, cuando retornan, deben subir con las bolsas de alimentos. En este lado del planeta, no existe la bodega de la esquina, y mucho menos un supermercado.
A pesar de esta realidad, donde abunda la miseria, sobreabundan los corazones generosos. Y son nuestros alumnos quienes se dan la oportunidad de ingresar al asentamiento humano Santa Teresa, ubicado en lo alto del cerro que está al frente del cementerio más grande de Lima, en el mismo Pamplona. Esta vez, el aprendizaje significativo no se ubica dentro de un salón de clases, sino en la misma interacción con los pobladores, quienes ya se han organizado para trabajar conjuntamente en la construcción de estas escaleras.
Esta labor empezó en el asentamiento humano Qoyllorrity, en aquel 2019 (antes de la pandemia) y estas escaleras no solo trajeron alivio y mejor calidad de vida para los pobladores (sobre todo para los más mayores que se resbalaban al bajar en ese suelo de barro producto de la garúa inclemente de invierno), sino que, además, la Municipalidad de Villa María del Triunfo les incluyó luz eléctrica. Sin escaleras, no había posibilidad de gozar de ese servicio público.
Nuestros alumnos llegan y forman una cadena humana de solidaridad para trasladar los baldes de cemento desde el lugar donde se ejecuta la mezcla hasta la parte más alta de los poblados. También llevamos donaciones: ropa, alimentos no perecibles y los materiales de construcción. Sin embargo, lo más importante que llevamos reside en el corazón: “estamos con ustedes y podemos trabajar juntos y ayudarnos”. En efecto, con manos pequeñas, pero con el espíritu de gigantes, nuestros alumnos construyen escaleras de esperanza y así, la empatía aprendida en las clases se transforma en acciones concretas que inspiran y generan un impacto positivo y hermoso. Nuestros alumnos nos dejan una lección: “en la unión y el compartir está la verdadera fuerza de la solidaridad humboldtiana”.
Daniel Brousek Alcedan
Profesor