Contra la violencia

La violencia nunca ha sido (ni será) la mejor respuesta contra la misma violencia. Esto se afirma cada vez que atisbamos la historia o cuando los refranes populares nos recuerdan que “ojo por ojo… y todos nos quedamos ciegos”. La tragedia de lo ocurrido en la escuela primaria de Uvalde, en Texas, el pasado 25 de mayo, abre el debate nuevamente acerca de las razones que desencadenan estos actos violentos en jóvenes y adultos. Asimismo, las reacciones de defensa inmediata inclinan la discusión hacia salidas prácticas e irresponsables: “si nos atacan con violencia hay que estar preparados, responderemos con más violencia o nos protegeremos con armas”. Y es así como, en nuestro medio, se pretenden leyes sobre comités de autodefensa armada para la seguridad ciudadana o, en un sector de la población de Estados Unidos, se fomenta de buena gana propuestas como la de un grupo policial -o hasta militar- que ingrese en los colegios para salvaguardar con sus armas la seguridad de los estudiantes. Ideas como estas, responder la violencia con más violencia solo implican un razonamiento equivocado de un solo sentido: la imposición de la cultura de la violencia, como en el estereotipo del lejano oeste.

Nuestra apuesta ha sido siempre la de la civilización. Esto implica la educación que significa la única revolución que no destila sangre, sino entendimiento. Educar en pro de la tolerancia, de la democracia y de la civilización determina el camino al desarrollo de una sociedad sana, reflexiva, sin temores, donde el germen de la violencia no se incita o se propaga, sino -todo lo contrario- se destierra, se enfrenta con la valentía de la razón y del diálogo. Esta tarea, sin embargo, es compleja y se precisa desde los primeros años de educación en comunidad, es decir, desde kindergarten y la primaria. Solo se cosecha tras generaciones de inversión en un futuro que implica constancia y decisión. Por eso, educar, enseñar, cultivar, probablemente, sea la mejor vía para evitar la violencia. El costo del esfuerzo, de esta perseverancia en ello y del largo plazo para apreciar los frutos, quizá, representen para muchos la justificación de combatir la violencia con más violencia en lugar de apelar al diálogo y a la enseñanza de una sociedad con derechos y responsabilidades. Sin embargo, el camino fácil y rápido no ha conducido a erradicar los males que brotan espontáneamente en el jardín de la convivencia y de la democracia. Por el contrario, la imposición y la salida demagógica han ahondado en el retraso de las grandes revoluciones sociales e intelectuales que trabajan día a día, sin sangre, por una cultura de paz.

Luis Landa
Profesor del BBZ

Colegio Peruano Alemán
Deutsche Schule Lima - Perú
Alexander von Humboldt

Hecho con desde Lima, Perú