Humboldt Big Band
Los Panamericanos, Nueva Acrópolis, conciertos cada semana. Era la cumbre de la Humboldt Big Band. La banda había alcanzado un nivel impresionante como programa de música escolar y, presentación tras presentación, el repertorio evolucionaba progresivamente. Desperté del sueño en mi habitación, encerrada entre cuatro paredes blancas. Encendí la televisión “El gobierno decreta al país en estado de emergencia sanitaria por dos semanas para evitar la propagación del nuevo Coronavirus”. Dos semanas pasaron... otras dos… dos más después de ellas, y el tiempo se prolongó durante dos años enteros. Dejé de disfrutar de mis “vacaciones extraescolares” y empecé a extrañar a mis amigos, el contacto físico, mis clases presenciales y la antigua realidad.
Para ese momento, yo tocaba flauta traversa y acababa de ingresar en la Universidad Nacional de Música, en el programa escolar para continuar mis estudios en la música. Cada día me sentaba al frente de mi atril con mil y un tareas: escalas, ejercicios de sonoridad, estudios, repertorio y tocaba. “Ya acabará, el reencuentro será pronto” me decía, aún con algo de esperanza. Llegó un punto en que ya no sentía nada: ni las oscilaciones de las notas ni el vibrar del aire, no me identificaba con mi repertorio clásico. Mentiría al decir que no abandoné la música por fuerza de voluntad, sino fue más por los sermones de mi madre: “Te has esforzado tanto por obtener la vacante, no te des por vencida ahora” y, de una u otra forma, sus palabras me reconfortaban y me hacían pensar que tal vez sí volvería a vivir “El sueño”.
2022. El 29 de abril de este año, hemos vuelto. La Humboldt Big Band, muy cambiada, con nuevos integrantes, energía renovada, pero la misma esencia de siempre, ha resurgido. Me sorprendo yo misma al decir que ahora cargo conmigo un instrumento de más de diez kilos con un timbre muy distinto a la flauta.
Mi nombre es Nicole y soy la baritonista de la Humboldt Big Band 2022. El 29 de abril, la banda tuvo su primer concierto, llámese también un “Renacer”. Trabajamos intensivamente un repertorio durante alrededor de seis semanas en los ensayos, temas clásicos del jazz, swing, un poco de los Beatles y cerramos con nuestro bailable: un medley de “Earth Wind and Fire”. El concierto se llevó a cabo como cierre del primer bimestre, tanto en Humboldt I como en Humboldt II. Fue un éxito, la familia humboldtiana nos recibió con mucha calidez: palmas, gritos de aliento, presencia. Nos hicieron sentir que ellos también extrañaron la música en los tiempos pandémicos.
Aprender música en la Humboldt Big Band significa ser responsable, minucioso y disciplinado. Estudiar los temas, resolver pasajes complicados, llegar a tiempo a ensayar, cuidar tu instrumento, ordenar el auditorio y dar lo mejor de ti como músico. Más allá de lo técnico, la música se trata de sentir. La técnica y la expresividad van de la mano, estudia y siente, toca y vacílate. Dos años de pandemia son suficientes para entender el valor que representa sonreírle al saxofón de tu costado cuando termina el “soli” o darle a la quijada de burro, mientras tu compañero percute con el cajón.
El regreso de la Humboldt Big Band no cobra magia, porque sea el programa de música del colegio, sino porque significa volver a sentir conexiones. La música se comparte, la banda es mi lugar feliz, porque me rodeo de personas con quien quiero abrir mi corazón y qué mejor manera de hacerlo que con algo de música…
Nicole Eisner Tsuboyama
V.3