¿Y después de la pandemia qué?
Como seres humanos que se adaptan a las circunstancias para poder progresar, durante este año y medio de cambios, de una u otra manera, hemos aceptado la denominada “nueva realidad” y hemos aprendido a rescatar lo positivo de ella en muchos aspectos. Sin embargo, como lo demuestra la evolución descendente de contagios y casos graves en los países donde se administra efectivamente la vacuna, la “nueva realidad” parece revelar fecha de caducidad.
¿Y después de ella qué? ¿Cómo volveremos a la realidad anterior o a la cotidianidad que veníamos entendiendo como “nuestra realidad”? ¿Vale la pena regresar a ella como vivíamos antes de la pandemia sin haber aprendido nada de esta traumática experiencia? Ciertamente, no. Es muy sencillo responder en teoría y de manera general esta buena intención, pero ojalá no resulte difícil llevarla a la práctica. Ojalá que los alumnos no hayan perdido la costumbre de anotar en un cuaderno lo que comprenden de las clases, ojalá que recuperen el tiempo de socialización y de juegos al aire libre con respeto a los demás, porque ahora apreciamos más la libertad de movernos al aire libre. Ojalá haya menos pantallas y más atención en clases, porque se valora la enseñanza. Ojalá se entienda que educarse es el camino, porque estuvimos en una época de riesgo en nuestro avance natural de aprendizaje. Ojalá los profesores mantengan la paciencia y la tolerancia afirmadas en la pedagogía y estimen la interacción con sus alumnos a la par de la transmisión de conocimientos. Ojalá se disfrute un poco más, incluso de las correcciones sobre el papel, pero se siga pensando en la innovación creativa educativa. Ojalá los padres comprendan el significado y la importancia de respetar las reglas, de manera que, por ejemplo, no estacionen donde se encuentra prohibido.
Ojalá se comprenda finalmente que lo urgente no debe cortar el paso a lo importante y que en el orden y el respeto radica la base del bienestar. Ojalá puedan seguir guardando un tiempo para interactuar unidos en casa (el colegio jamás suplirá a la familia). Ojalá todos sigamos dándole un respiro al medio ambiente, sigamos moviéndonos en bicicleta y pensemos más que antes que podremos superar los problemas más graves si dejamos de lado el individualismo y pensamos en la solidaridad del bien común. Ojalá invirtamos menos horas en un tráfico salvaje, violento e irreflexivo. Ojalá respetemos las colas (incluida la cafetería de H2) y sigamos pensando en ayudar a quien lo necesita. Ojalá mantengamos la honestidad y la sinceridad cuando veamos el futuro prometedor y el temor y la angustia se hayan alejado. Y ojalá volvamos a la bella tradición de nuestra cultura de saludar, incluso a quienes recién conocemos, con un beso o un abrazo si nos nace de corazón hacerlo.
Luis Landa
Profesor de Lenguaje, BBZ